17.3.12

Fuimos testigos nosotros, las estrellas y la gran luna.


Es que en realidad te has convertido en mi necesidad, en mis ganas de vivir, en mi fe y en la única esperanza de volver a se feliz. Y es que si algo me dio el pasado fueron palos...¿pero sabes qué es lo mejor? Que cuando creí que estaba todo perdido, cuando solo veía oscuridad sumida en el blanco de aquel hospital, cuando todavía odiaba a la vida por haberme quitado lo que más quería, apareciste tú. Fuiste como una rayo de sol en una tarde de lluvia, como el verano después de tanta espera. Apareciste tú, con tus pequeños ojos marrones.Parecías siempre sereno y tranquilo. Eso fue lo que me hizo volver a creer en el amor.No había perdonado a la vida por la gran persona que me había quitado, pero la había dado una tregua. Me cambio unos ojos azules, claros, intranquilos , que sabían que nos les quedaba mucho en este mundo, tristes e inocentes, por unos marrones, pero no era un marrón común, no. Era el marrón de una tarde de otoño, en un parque de la ciudad. Su mirada se clavaba en el alma, como el frío del triste invierno. Pero me encantaba, como conseguía quedarme quieta en el sitio solo con girar la vista. Aunque lo que más me gustaba de él era su sonrisa, no era una sonrisa enorme, era pequeñita, simple, pero conseguía que se me pararé el tiempo. Recuerdo el primer día que le vi sonreír de verdad, me mostró su sonrisa más sincera aquella noche de primavera, después del beso de mis sueños, del que solo habíamos sido testigos nosotros, las estrellas y la gran luna que se alzaba en el cielo de aquel 12 de marzo.

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